28 de setiembre de 2006

IN:SOMNE

El insomnio se ha instalado una vez más, triunfante sobre mi mesa de luz. Como ya somos viejos conocidos, lo dejo pasar y, lejos de intentar combatirlo, le sirvo una taza de té.

No importa cuán poco haya dormido el día anterior ni cuán cansada esté; cuando él llega, me entrego por completo a sus placeres y no dudo, ni por un instante, en hacerle todos los gustos.

Que me acueste temprano y con sueño, le resulta irresistible. Que al otro día tenga una cita irrenunciable y tempranera, totalmente tentador. Que de vueltas en la cama hasta enredarme por completo en el caos de las sábanas, es el néctar de su vida. Que lea, ya rendida y con ardor en los ojos, una de las muchas y maravillosas cartas que Don Rigoberto escribe en sus cuadernos, significa que, una vez más, me venció.