Los perros de raza como agentes socializantes, la imposibilidad absoluta de estacionar en la puerta, la sombra de la rambla y la brusquedad del portero inquisidor. Si tuviera que esbozar una posible explicación, esas serían las primeras cosas que me vendrían a la cabeza. No me gusta. Me genera un mal humor previsible e inapelable, una suerte de repudio anticipado, una mezcla de bronca ahogada y resignación inmolante.
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